Lo que se esconde tras este críptico titulo no es mas que una pequeña disertación (reflexión personal si se prefiere) sobre la discrepancia y el derecho a discrepar, que, no en vano, es la materia prima con la que todo abogado manufactura el contencioso producto que le da de comer.
A menudo el abogado tiene que alejarse del foco de problema para poder apreciarlo con más perspectiva, lo cual conlleva en no poca ocasiones el riesgo de desviarse hasta el punto de no saber ya sobre que se estaba reflexionando. Aun a riesgo de hacer apología de ese acto de divagar (que por otra parte, le hacen descubrir tantas cosas interesantes) hoy quisiera compartir con nuestros lectores esta pequeña contribución al debate sobre la libertad de expresión en el marco institucional (si bien, me comprometo a abordar en mi siguiente post algunos de los casos de actualidad que han reabierto en eterno debate sobre los límites de la libertad de expresión, como ya lo hice en su momento en este artículo [leer aquí] con ocasión de una celebre comparsa y su controvertida decoración.